El sentimiento de La Pedriza

El Sentimiento de La Pedriza.
Eduardo Martínez de Pisón. Geógrafo, escritor y montañero.


     Todos sabemos que La Pedriza es un lugar bastante especial de la Sierra de Guadarrama. Pero quien la conoce a fondo sabe que es, sobre todo, un sentimiento del que no es posible desvincularse personalmente. Si el lugar no fuera como es, tan serrano, tan berroqueño, probablemente no habría provocado tales pasiones. A La Pedriza se la quiere, como si estuviera viva. Con su paisaje se dialoga, como si pudiera hablar.

     Para un observador desde lejos, la Sierra de Guadarrama puede parecer monótona en toda su extensión. Pero, para quien entra en ella, está claro que es un mosaico de piezas ensambladas en una cadena. Y una de esas piezas claves es el paisaje rocoso de La Pedriza, la mole esencialmente pétrea que hace honor a tal nombre.

     Si no existiera La Pedriza, la sierra sería mucho menos de lo que es y nosotros mucho menos de lo que somos. Es, pues, algo más que una geografía de granito: es una estética de torres y lanchas, y además una experiencia personal de losas y laberintos. Está en la geografía pero habita fundamentalmente en el espíritu de quienes la conocen. Y como el granito es buena parte de esa emoción, hay que filtrarse entre las rocas y adaptarse a la verticalidad que es propia de su paisaje. Quien vuelve entonces de allí tiene ese algo en su interior que podemos llamar el sentimiento de La Pedriza.

     Por eso, desde que Bernaldo de Quirós descubrió el espíritu de La Pedriza hace casi un siglo, no somos los mismos. La Pedriza es más que un lugar, más que un berrocal, más que un ecosistema, pero, para que esto se entienda, es necesario haber pasado por la prueba de la losa sobre el vacío y haber visitado sus rincones ocultos. Entonces no hay ninguna diferencia entre un paisaje y un sentimiento.

Revista "Grandes Espacios"
nº 180. Septiembre 2012.




  

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