El Yelmo

   

Cara sur del Yelmo.


     Esta formidable "cúpula" granítica, es uno de los símbolos de la Pedriza, y la mayor altura de la Pedriza Anterior (1.717 mts). Su forma, sus dimensiones y el lugar donde está emplazado, llaman poderosamente la atención, y, si a todo ello le sumamos los tonos rosados y anaranjados del atardecer, este domo (ver el apartado de Geología en este mismo blog), adquiere ya el misticismo de una montaña mágica.

     "¡Oh hermoso y noble Yelmo carpetano, cuántas fieras batallas del rayo y todos los meteoros has resistido! Puesto que Roldán no pasó estos montes con su invencible Durandarte, ¿la espada de cuál paladín hendió el hondo tajo que te corta hacia el sol naciente?".

     Constancio Bernaldo de Quirós, 1.923.



El Yelmo por su cara norte y oeste.
 


    Desde el siglo XIV hay constancia de que se conocía esta enorme roca con este nombre, aunque a principios del XIX también fue conocido como Peña del Yermo y como Peña del Diezmo.

Pulido por las lluvias, la erosión ha hecho también que se desprendan grandes bloques graníticos, sobre todo en el lado sur. Fernando Navarro, en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza nos lo contaba así en el año 1.903:

     "indudablemente, se trata de algún fragmento ya casi aislado por las diaclasas, y al que las heladas, precedidas de lluvias, acabaron por separar, dando lugar a su deslizamiento".

     Si miramos el Yelmo desde el norte, su altitud disminuye y pierde ese pulido tan llamativo de la cara sur.


El Yelmo por su cara sur.

El Yelmo, culminando la Pedriza Anterior.



Escalada

                                                            
 
Sunt rupes virtutis iter
Las rocas son el camino de la virtud


     El Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares cuenta con el 39 por ciento de las zonas de escalada de la Comunidad de Madrid. Dentro de ese parque, la zona con más vías es La Pedriza, con unas 2.300, de diferente dificultad y longitud. También en La Pedriza se incluye el itinerario más largo de la Comunidad con 265 metros en La Bola de San Antonio y la vía de varios largos más repetida de España, el ASA de la Tortuga.

    El granito de La Pedriza goza de pocos resaltes con lo que los agarres son escasos. Obliga por ello a emplear técnicas de adherencia (especialmente con los pies) y progresión un tanto especiales. Esto hace que escaladores expertos que visitan por primera vez este conjunto granítico, se sientan algo incómodos.







     A partir de 1950, numerosos escaladores abren nuevas vías. Lo que antaño era descartado por su dificultad comienza a ser posible. Cabe señalar la ruta de la cara Sureste en el Risco del Pájaro, escalada en 1959 por Miguel Ángel Herrero, Pedro Ramos y César Pérez de Tudela. Su ya mítica "Columna de Hércules" esconde el paso clave de este itinerario, considerado aún en 1965 el más complicado de esta escuela.

     En los años 70 aparece un nuevo material que revolucionará el mundo de la escalada. La goma cocida, y con ella, los "pies de gato". Se abren nuevas vías y aumenta la dificultad de las mismas.




     Las vías clásicas son abiertas y equipadas entre 1.960 y 1.980, y muchas de ellas, han sido recientemente reequipadas por la Federación Madrileña de Montañismo debido al deterioro de los buriles originales.

     El Yelmo es un símbolo de la Pedriza. Con una altitud de 1.717 metros y una altura sobre su base de 150 metros por el sur y 95 por el norte, es una enorme placa de granito rosado.

    Nos lleva hasta su cima La Vía Normal que transcurre por la Gran Grieta, una chimenea en dos tramos de la cara Norte, aunque también se considera como tal la Vía Valentina que asciende por el lado oeste del risco.

     La cara sur del Yelmo es una enorme pared de granito en la que hay varias vías de escalada que conducen a la cima.


El Yelmo, 1.717 mt.


     Las tres primeras vías que se abrieron por esta pared sur fueron un hito en la historia de la escalada madrileña:
                                    -Los Hignios (1944); empieza en el gendarme derecho de esta pared sur por un canalizo. Es la primera vía de dificultad que se abre en el Yelmo. Como curiosidad cabe destacar, que a mitad de la vía hay un árbol.

                                    -La Vikinga (1966); abierta por el grupo Los Vikingos. Transcurre por la zona central de la pared y ha sido la vía artificial más grande de Madrid. Se daba casi toda en artificial a base de buriles. Actualmente está restaurada y se da buena parte de ella en libre y A0.

                                    -La Valkiria (1967); abierta también por el grupo Los Vikingos. Empieza y transcurre en buena parte de su recorrido por el gendarme izquierdo en adherencia. Se abrió y se da totalmente en libre.

     Fernando Domingo, apodado "el culebras" por su afición a capturar estos reptiles, fue uno de los integrantes de los Vikingos y nos describe así el grupo: "se formó en las canteras de Villalba, donde un puñado de atletas, la mayoría provenientes del gimnasio Moscardó, unidos a otros amantes de la montaña y de las aventuras, se reunían los fines de semana para nadar, coger escorpiones, culebras, lagartos, pájaros etc...." otro integrante, Julio García Piqueras "el paraca" fue uno de los artífices de La Vikinga y afirma que el grupo era algo ruidoso y de ahí ese apodo de Los Vikingos.



     Otro de los riscos míticos de la Pedriza es El Pájaro, en un principio conocido como Risco del Pinganillo por estar situado en la Cuerda de los Pinganillos. Ya en 1923 los cabreros lo conocían como Pinganillo. Según el Diccionario de la Academia "Pinganillo" equivale a "Calamoco" y éste a "Canelón" y su definición "carámbano largo y puntiagudo que cuelga de las canales cuando se hiela el agua de lluvia o se derrite la nieve". En realidad, el Pájaro o Pinganillo parece un carámbano invertido. Tiene en verdad, la forma de un pájaro posado, similar a una paloma.

     Con una altitud de 1.549 metros, se eleva desde su base unos 180 metros por su zona sur y unos 20 por el norte. Por sus cuatro caras se han abierto varias vías que le convierten en uno de los retos más atractivos para los practicantes de la escalada deportiva. Las vías del Pájaro siguen manteniendo su estilo de escalada clásica.

     En su cara este, encontramos concentraciones puras de cuarzo cristalizado y formaciones de "tubos de órganos" (formación de rocas de origen volcánico que asemejan los tubos de un órgano).

     En el Chozo Kindelán se anotaban en un cuaderno las jornadas de escalada. Aquí tenemos la descripción de Jose Manuel Kindelán del primer intento de escalada del Pinganillo en 1913 (Diciembre):

     "Desde la Senda de la Majadilla, subimos por la fuerte ladera, hasta encontrar un couloir (corredor) que lleva al pie del Pinganillo en su pared Oeste: intentamos atacarlo por este lado, utilizando una serie de fisuras que semejan en su totalidad la silueta de un gato sentado, y tenemos que volver atrás por resultar demasiado estrecha una chimenea, con la que contábamos para llegar a buena altura. De nuevo nos encontramos en el corredor, y por él seguimos hasta su terminación, donde comienza una chimenea atestada de piedras sueltas, que dominamos fácilmente. Se llega a un sombrío cañón, al terminarse el cual se alcanza a ver la pared Este del picacho; pared que creemos inaccesible. Un breve rodeo por roca viva (de alguna dificultad) nos lleva por la pared Este, y salimos a la cara Sur; fácil subida por roca lisa, inclinada, no escatimando, sin embargo, las precauciones, hasta llegar a la base del conocimiento del picacho, casi vertical, cuya altura visible es de unos seis o siete metros; tiene algunos agarres y no nos es posible subirlo, a pesar de varios intentos, y creemos que es necesario mayor número de alpinistas para poder formar la pirámide humana.
    
     El descenso lo realizamos por el mismo camino de ida, hasta salir del cañón, y en lugar de utilizar la chimenea de subida, bajamos por un couloir que se abre en la pared opuesta, mirando al Canto del Tolmo, y que termina en rocas fáciles".

   

El Pájaro.


     Dos expediciones, en 1914 y enero de 1916 llegan hasta el cuello del Pájaro. En abril de 1916 José Zabala, Joaquín García Bellido, Juan A. Meliá y el alemán Schachtzabel llegan por primera vez a la cumbre.

     Zabala repitió ascensión en el mes de mayo del mismo año y describió su experiencia así en la revista Peñalara con todo lujo de detalles, viendo como "huyen las águilas":

     "Desde el albergue Giner de los Ríos, en menos de una hora de marcha, os encontráis al pié del risco, siguiendo la senda de la Majadilla, que se abandona a los veinte minutos de haber salido del refugio, para remontar la ladera bastante inclinada que baja hasta el arroyo desde los roquedales del Pájaro.
    
     Se bordean éstos, y, siempre subiendo, encontráis la chimenea, perfectamente visible, que se abre entre el risco del Pájaro y el que tras él se alza a mayor altura; y como detalle curioso añadiremos que no es difícil ver cómo huyen las águilas, cuyo nido se advierte. Escalar la chimenea no es tarea muy ardua para quienes llevan el propósito de escalar el difícil risco que nos ocupa; una vez dominada, se salvan dos enormes piedras y se entra en el Salón del Pájaro. Se sale de él en cuesta abajo hasta una ventana que mira al este, habiendo atravesado, por lo tanto, de una a otra cara del risco. Hay que salvar dos grandes piedras que se encuentran al pie y al frente de la ventana, y desde la segunda descender un poco para alcanzar los buenos agarres que tiene al comienzo la llambria que ha de llevarnos a la base del cuello del Pájaro.
    
     Desde la segunda piedra grande, sólo deben caminar de uno en uno, y cuando el primero consiga encaramarse en la cornisa de la base del cuello, ayudará a pasar a los restantes. Otra llambria más lisa, pero menos pendiente, lleva desde la cornisa hasta el cuello del Pájaro, formado por una cornisa muy estrecha. En el punto base de ésta ha de formarse la escalera humana: dos excursionistas de base, otro apoyando cada uno de sus pies en el hombro de los de la base, y el cuarto, que ha de trepar hasta los hombros del tercero y comenzar la escalada muy próximo al punto central, y ayudado por las manos del de abajo, alcanzar con su mano izquierda el primer agarre, en el que después puede apoyar su pie izquierdo y descansar unos segundos. Sólo él dispone de la cuerda, a la que va amarrado; uno de los de abajo debe cuidarse de que en el momento de soltar el primero ese agarre para ir en busca del segundo, la cuerda pase por el primer agarre como si fuera una polea, y así, en caso de caer el que trepa, es mucho más fácil de aguantar la sacudida con el intermedio de la polea que no directamente. Es muy prudente no deshacer la escalera humana hasta que el primero consiga llegar al agarre, pues si se escurre entonces, lo que es muy probable, se le detiene antes de que lleve alguna velocidad en el arrastre; esta acertada medida de previsión llevada a efecto por mis camaradas de conquista del Pájaro, logró detenerme en las escurridas que sufrí en aquella ocasión. Desde el punto último la inclinación de la roca es menos vertical, y ya, aunque sin agarres directos, las alpargatas se pegan bien a la peña y en seis o siete pasos rápidos se llega a la cumbre.

     Para el descenso, el primero sostendrá la cuerda para que bajen todos, y él habrá de poner la cuerda doble amarrando una cuerda de seguro, con anillo en 8, preferible, en derredor de un trozo de roca, levantada como una escama, que es el único agarre que para este menester encontrará en la cumbre; es muy probable que todavía quede allí la cuerda utilizada por mí en la segunda escalada, pero no debe confiarse en ella de ningún modo.

     El tiempo invertido en la ascensión y descenso en mis dos escaladas ha sido de una hora desde la ventana; en la primera íbamos cuatro excursionistas, y en la segunda cinco, algunos poco decididos".
    




     Desde entonces se repitió varias veces la ascensión al Pinganillo, hallando nuevamente Zabala en mayo de 1918, un nuevo camino por la brecha proponiendo el nombre de "Portillera del Tolmo".

     En abril de 1921, para facilitar la ascensión, el grupo Iris Sport instaló en el cuello del Pájaro una cadena de nueve metros y un pequeño buzón alpino. Esta cadena, de gruesos eslabones, colgaba por la llambria que forma parte el cuerpo del pájaro. En el período que coincide con la Guerra Civil Española se quitó, pero al acabar ésta, se volvió a poner y permaneció útil hasta bien entrados los años 70 cuando se quitó definitivamente. Actualmente, se encuentra expuesta en el Centro de Interpretación del Parque Regional, en la entrada del parque.

     Desde el Refugio Giner, pasando el Pájaro en dirección al Collado de la Dehesilla se encuentra El Hueso o Peñalarco, otro atractivo reto para los escaladores dada la dificultad y lo curioso de su forma.


El Hueso o Peñalarco.


     La ascensión al Cancho de la Herrada es descrita en la revista Peñalara, año 1916, por Joaquín García Bellido:

          "Ofrece en la cuerda mismo del Pinganillo el fantástico atractivo de un túnel de hasta cuarenta metros de desarrollo longitudinal, desembocando en una pradera virgen".

     Los Canchos del Callejón de la Abeja, fueron conquistados por primera vez en 1923 por los hermanos Kindelán y su grupo. El Cancho Central, que ellos llamaron Pico de la Nieve es uno de los de mayor dificultad. El cuaderno en el que se anotaban todos los detalles de las escaladas y que se  guardaba en el Chozo Kindelán describe la escalada así:

          "Se empieza por el coladero que hay entre este Cancho y el del Ventanillo. En este coladero hay algunos pasos difíciles, y hay que separarse de su fondo para pasarlos. Al llegar casi arriba se trepa por una especie de chimenea formada por una roca caída y la pared del pico, y en este punto empieza la parte más difícil de la subida. Hasta aquí se puede pasar subiendo por el Ventanillo, y es recomendable esta subida. Después de una serie de escalones de seis a diez metros de altura cada uno, y que tienden a la derecha, se llega a una grieta lisa y muy poco pronunciada, de unos doce metros, siendo, además, muy vertical (muy difícil), que lleva a otra más profunda y más fácil.

          Al final de esta última, una gran roca vertical y pelada aísla el pico, y hay que rodear dicha roca por medio de una travesía colgada (difícil y peligrosa). Después se llega fácilmente al pico".

     El Risco de las Damas, llamado así por la silueta que dibujan estas rocas a contraluz. Zabala y Arche ascendieron sus dos cumbres, por primera vez, en Mayo de 1916. Zabala escribió:

          "el trepar por la cara norte del Risco tiene poco de difícil; lo que sí es algo más penoso es el descenso de siete u ocho metros, a pico, colgado absolutamente de la cuerda, para luego subir a la cumbre del menor y más complicado de los dos pitones en que el Risco termina.

          Por el norte, donde forzosamente ha de subirse al risco mayor, la altura desde la base a la cumbre será de unos treinta metros; por el sur, esa altura casi se cuadruplica".

     En Mayo de 1918, Saturnino García Vicente y Francisco Marzal llegan al Risco de los Hoyos, el más elevado del Circo de la Pedriza, dándole entonces el nombre de "Circo del nevazo" creyéndolo sin bautizar. Pocos días después, Zabala con Arche, Fernández Aguilar y Gemeno, ocupan el más alto de los tres Canchos de Matasanos, que enlazan las dos cuerdas laterales del Circo de la Pedriza.




 
 
 
 
 
                           


    

Historia y Leyendas.

     Existen evidencias de asentamientos humanos en La Pedriza desde la Edad de Bronce, ya que se han encontrado materiales cerámicos y líticos y también pinturas con una antigüedad de entre 1.400 y 1.200 a. de C.

     Las referencias encontradas en la literatura, nos llevan hasta el siglo XIV, el Libro de la Montería, en el que la Pedriza recibe el nombre de Los Altareiros: "Los Altareiros es un buen monte de osso en yuierno, señalada miente en tiempo de madroño".

     El libro es un informe redactado por los monteros del rey Alfonso XI en el que nos cuenta que eran buenos montes para cazar el puerco y el oso. Se mencionan lugares como el Yelmo, el Collado de la Silla (hoy conocido como  de la Dehesilla), el collado del Cabrón (en alusión a las cabras montesas), la Nava de don Tello, ahora la Nava a secas.

     En 1385, Pedro González de Mendoza (mayordomo mayor de Juan I) tras la batalla de Aljubarrota, le cedió el caballo a su soberano, salvándole la vida y perdiéndola él, pero sus sucesores fueron recompensados, en perpetuo señorío, con el Real del Manzanares. Su nieto, Iñigo López de Mendoza, marques de Santillana, fue el autor de estos versos:

                                                   "Por todos estos pinares
                                                    nin en el Val de la Gamella,
                                                    non vi serrana más bella
                                                    que Murga de Mançanares".

     Su biznieto, Diego Hurtado de Mendoza, levantaría a finales del siglo XV el Castillo de Manzanares.

 
 
 
A finales del siglo XIX, La Pedriza fue refugio de pastores y bandidos. Uno de estos famosos bandidos fue Pablo Santos que murió a manos de uno de sus seguidores, Isidro el de Torrelodones de un disparo de trabuco.
 
En 1923, Bernaldo de Quirós nos contaba el reparto de los territorios a manos de estos bandoleros:
"Para Luis Candelas, la ciudad y sus campos; para Pablo Santos, la Sierra, en la cual vivió y murió".
 
Otros bandidos, Paco "el sastre" y Mariano Balseiro, secuestraron el 27 de abril de 1839 en Madrid capital a los dos hijos del marqués de Gaviria, intendente del Palacio Real, teniéndolos presos cerca del canto del Tolmo. Pidieron por ellos un rescate de 3.000 onzas de oro.
 
Otro relato narrado por un pastor lo publicó Ricardo Laforet en 1919 en la revista Peñalara:
"Hace ya tiempo, cuando por aquí andaban Los Peseteros, ocurrió el caso que voy a contarles: Uno de ellos, el jefe, robó en Madrid una señorita perteneciente a una familia aristocrática; señorita que fue su compañera durante bastante tiempo.
Un día hubo de ausentarse yendo a Manzanares con la cuadrilla; al cuidado de la dama y del cobijo donde pernoctaban dejó a dos de sus secuaces. Éstos, se echaron a suertes quién sería el primero en abusar de lo que guardaban. Uno de ellos, al intentar llevar a cabo su cometido, se vió envuelto en una pelea con la dama, que gritaba pidiendo auxilio. Acudió a socorrerla el compañero que antes probara fortuna y en la lucha de los dos bandidos, uno de ellos resultó muerto.
Al regresar el jefe, tuvo noticia de lo sucedido, y ante toda la banda dictó sentencia: el muerto bien muerto estaba. El vivo fue condenado a llevar el cadáver hasta unos riscos desde donde lo arrojaría. Una vez hecho esto, se decidió que también se arrojara al portador del cadáver al vacío, y aproximándose el jefe a él, le dio un fuerte empujón que le llevó al fondo del precipicio, mas al caer el sentenciado, asióle de una pierna, y jefe y subordinado rodaron por los canchos.
Este lugar, se llamó desde entonces el Cancho de los Muertos.
 
Cancho de Los Muertos.
 
Después de esto, la banda se dispersó, dejando abandonada a la dama, que estuvo largo tiempo vagando entre los canchales, hasta que el Mierlo, pastor criado en esta sierra, acertó a encontrarla. El pastor abandonó su rebaño y la condujo a Madrid. Sus padres, al recuperar a la que creían perdida para siempre, ofrecieron al Mierlo la posibilidad de una vida mejor junto a ellos, para lo cual, debía abandonar la Pedriza y su ganado, y el pastor no aceptó. Las cabras, las jaras y los canchos de su tierra valían para él más que todos los bienes y placeres con que pudieran obsequiarle en la ciudad".
 
Años después el Mierlo moriría a manos de otros bandidos, y ese lugar (Collado de Valdehechores) está marcado con una cruz de piedras incrustadas en el suelo, La Cruz del Mierlo.
 
Otras dos leyendas tienen que ver con dos cuevas de La Pedriza, una de ellas, La Cueva del Ave María (situada en las primeras rampas de la Pedriza Anterior, saliendo de Manzanares, cerca de El Caracol) dicen que no tiene fondo, y que gritando en la entrada "¡Ave María!" una voz procedente del interior responde "¡Gracia plena!", y la otra leyenda cuenta que una chica musulmana, de buena familia, se enamora de un chico cristiano de familia humilde. El padre encierra a su hija en la cueva, hoy llamada Cueva de la Mora, para que se olvide de él, yéndose éste a luchar a las cruzadas. La chica muere de pena esperándole y desde entonces vaga por La Pedriza buscándole.


 
 
 
 

Mamíferos

  Fauna en La Pedriza 

-Cabra Montesa.

    A finales del siglo XIX el Valle del Lozoya era testigo de la caza de la última cabra montesa de la Sierra de Guadarrama. Años más tarde, a lo largo de 1990 y 1992, se introdujeron 50 ejemplares procedentes de la Sierra de Gredos en Ávila y del Valle de las Batuecas, en Salamanca. Hoy en día son más de 400 los ejemplares que podemos contemplar.

     La Cabra Montesa (Capra pirenaica) es originaria del Suroeste de Asia. Es un animal extraordinariamente adaptado a la vida entre las rocas, con gran resistencia al frío. Sus pezuñas están constantemente regenerándose para compensar el desgaste sufrido, el borde es muy duro y el interior es blando y antiderrapante. Podemos verlas caminar, correr y saltar por lugares "imposibles".

     Se reúnen en grupos, machos por una parte y hembras con jóvenes por otra. Algunos machos viejos, se apartan del grupo y se vuelven solitarios.

     En octubre comienza su celo. Es entonces cuando los machos compiten y eligen así quién será el encargado de transmitir sus genes, liderando y fecundando a un grupo de hembras. Los combates son topetazos de gran violencia que resuenan en toda la sierra.












 
 
 
 
-Ardilla (Sciurus vulgaris) los restos de piñas que encontramos en el pinar, mordisqueado de una forma peculiar, nos dan pistas de su existencia.
 
 
 
De un color rojizo, poseen una gran cola muy útil para guardar el equilibrio en sus saltos y rápidos movimientos por las ramas de los árboles. La usan también como sombrilla en los días calurosos,
 ya que pueden abrir o cerrar los pelos de la cola gracias a unos músculos especiales que tienen en los bulbos pilosos.
 

Huellas de ardilla en la nieve.
 
Destaca su extraordinario poder de enfoque óptico (superior al del resto de roedores) lo que le permite ver a gran distancia y advertir el peligro. Es capaz de observar su alrededor sin apenas mover los ojos en sus cuencas orbitarias ni tampoco la cabeza. Esto es muy útil en su vida arborícola.
 
En el sur de la península Ibérica, las ardillas tienen un dorso con tonalidades más claras que las del norte, siendo el vientre totalmente blanco en las del sur y una estrecha franja central en los ejemplares del norte. El color más oscuro cuanto mayor es la pluviosidad del lugar que habitan. Los individuos de la zona central presentan características intermedias.
 
A mediados de marzo comienza el primero de sus ciclos anuales de cría. Es entonces, cuando el macho persigue a la hembra por las ramas de los árboles de forma muy llamativa.
 
 
 
-Jabalíes (Sus scrofa) son frecuentes en La Pedriza los rastros que este animal deja a su paso; hozaduras, revolcaderos, rascaderos, camas o afiladeros. El jabalí vive formando grupos (piaras), principalmente de hembras con sus crías. Los machos jóvenes suelen abandonar este grupo en el primer invierno de su vida, y en algunos casos, acompañan a otro macho adulto, recibiendo el nombre de escuderos. Los machos adultos se acercan en otoño al grupo de hembras y expulsan a otros machos jóvenes, pero cuando se encuentran dos ejemplares de fuerza y tamaño similar, se entabla un violento combate, en el que ambos contendientes intenta herirse en los flancos. Afortunadamente, durante esa época, esa zona lateral es más gruesa y dura, convirtiéndose en una especie de escudo contra sus afilados colmillos, también llamados navajas.
 
Pasan los jabalíes la mayor parte del tiempo buscando bulbos, raíces, tubérculos, insectos, anfibios y pequeños mamíferos que localizan con su gran olfato y desentierran con sus hocicos. También los huevos de las aves que anidan en el suelo forman parte de su alimentación, y en otoño, las bellotas y piñones. Otra tarea a la que dedican gran parte de su tiempo es la desparasitación, bañándose en el barro y rascándose en el tronco de los árboles, donde después, dejan testimonio de paso con una dentellada lo más alto posible, para informar a otros congéneres de su tamaño.
 
Cuando se desplazan sobre un terreno nevado, los jabalíes caminan en fila india, para ahorrar energía, pisando el camino ya abierto por otros compañeros de la piara.
 
Huella de jabalí en la nieve.
 
 

Aves

-Buitre leonado (Gyps fulvus)

     Más de cien parejas constituyen la mayor colonia de buitre leonado de la Sierra de Guadarrama. Difícil de confundir en vuelo, planeando casi siempre, con sus anchas y largas alas y su cola corta, puede ascender, gracias a las corrientes térmicas, hasta los 12.000 metros de altura.

     En otoño, cuando empieza el frío, inician sus vuelos de cortejo. La pareja de buitres planean muy juntos y a gran altura. Estos planeos son interrumpidos por repentinos picados que inicia la hembra y que el macho imita inmediatamente, colocándose un poco por detrás y con las patas extendidas hacia ella, para volver a ganar altura de nuevo y volver a repetir el proceso. También dibujan círculos en rápidos vuelos sobre la zona donde instalarán su nido. En ese mismo lugar, sobre la roca, realizarán la cópula, que es precedida por unos movimientos de cuello y de cabeza a ambos lados, y unos batidos de alas y extraños ruidos emitidos por el macho al finalizar el acoplamiento. La pareja se mantendrá unida hasta la muerte de uno de los componentes.







Buitre leonado.
 
 
 
 
-Buitre negro  (Aegypius monachus), de mayor envergadura que el leonado (cercana a los tres metros) y de plumaje más abundante y oscuro, el buitre negro nidifica en la copa de los árboles, y no en grupos. También se diferencia del buitre leonado en la forma de buscar su alimento. Mientras el éste busca el alimento en grupo y volando alto sobre grandes extensiones, el buitre negro vuela a poca altura, sobre áreas pequeñas, reconocidas en solitario o por parejas. Esta forma de buscar alimento le permite detectar cadáveres pequeños que, de otra forma, pasarían inadvertidos.

Observaciones realizadas en la naturaleza muestran que, al menos ocasionalmente, es capaz de capturar y matar animales torpes o impedidos por alguna causa. Así, se ha observado a buitres capturando lagartos vivos, o matar y devorar corderos recién nacidos si éstos son momentáneamente abandonados por sus madres.
Los buitres negros jamás se concentran sobre una carroña en número elevado, como sucede con los buitres leonados. Ello se debe a su escaso gregarismo, así como a su elevada agresividad. Disputa el alimento a alimoches y buitres leonados y las agresiones entre las distintas especies son constantes. El mayor número de ataques los dirigen, sin embargo, hacia individuos de su propia especie. El buitre negro domina al alimoche e incluso al buitre leonado de forma individual; no obstante, cuando este último acude masivamente, se ve desplazado del alimento.
 

Buitre negro.



 
 
-Rabilargo (Cyanopica cyanus) Es curiosa la distribución de este córvido. Presente en Siberia Oriental, Corea, parte de China y Japón, nos plantea la pregunta de cómo ha llegado hasta la Península Ibérica (centro y suroeste). Alguna teoría nos habla de la introducción a través de marinos portugueses que mantenían contactos con Oriente. Otras teorías, nos hablan de una secuela más producida por las glaciaciones, que dividió su población.
 
El Rabilargo es un hermoso córvido que vive en colonias durante todo el año. Todo el grupo colabora en la defensa del territorio y en la ceba de los pollos. Los gritos de alarma ante la presencia de algún peligro y la temeridad con la que atacan a sus enemigos llaman la atención.
 
El lugar donde construyen sus nidos es elegido y camuflado minuciosamente. Construye una primera estructura con pequeñas ramas, luego una capa de barro, otra capa que sujeta por el exterior la tierra y otra, interior, que sirve de base para un forro de materiales blandos como musgo, plumas, pelo, trapos etc...
 
Al igual que todos los córvidos, es muy adaptable y su espectro alimenticio es muy amplio, lo que favorece su expansión.
 





Rabilargo
 
 
 
-Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs) una de las aves más comunes durante el invierno, ya que proceden, sobre todo, del centro y del este de Europa. Es a mediados de febrero, cuando comienzan a regresar los individuos migradores, cuando los residentes comienzan a emitir sus primeros cantos.
 


Pinzón vulgar.
 

 
 -El Mito (Aegithalos caudatus)  raras veces solitario, los pequeños bandos emiten durante sus rápidos desplazamientos de árbol en árbol finos gritos, vibrantes y nerviosos. Su pequeño tamaño, su desproporcionada cola, las pequeñas y redondeadas alas, constituyen una silueta única que no ofrece confusión.

            Revisa las ramas más finas exhibiendo sus cualidades de acróbata al colgarse boca debajo de ellas, el mito no duda en bajar a los matorrales, a los arbustos, para buscar alimento. Sólo muy raramente podremos contemplarlo en el suelo, donde se desplaza con poca habilidad. Su vuelo ondulado, casi indeciso, es anunciado por incesantes gritos.

            Durante los meses invernales, los bandos de mitos se desplazan erráticamente sin rumbo fijo, a la búsqueda colectiva de alimento. Muchas veces estos bandos están mezclados con otras especies, como herrerillos, trepadores, reyezuelos y agateadores, desplazándose todos ellos conjuntamente rodeados de una halo de chillidos y pitidos incesantes que ayudan a detectar fácilmente su presencia.

            Es una de las especies más precoces en la reproducción. Emprende la construcción de su nido en el mes de febrero. El nido del mito es una obra maestra; musgo, lana, crines, telas de araña, líquenes, pequeños trozos de corteza, flores, se reúnen con maestría para formar una pequeña bolsa elástica y resistente, completamente cerrado al exterior, sólo un pequeño orificio circular abierto lateralmente en el tercio superior de la bolsa permite la entrada a su interior. Los líquenes que recubren su exterior proporcionan un buen camuflaje al nido. La puesta comprende de siete a doce huevos, muy pequeños, de color blanco amarillento mate débilmente moteados de rojizo. A los quince días de su nacimiento, los nuevos mitos vuelan ya y abandonan el nido en compañía de sus padres. En esa época no es raro ver unidas varias familias, desplazándose conjuntamente.
 
Mito.
 
 
 
 
-Arrendajo (Garrulus glandarius) córvido de vivos colores, da siempre la voz de alarma en los bosques donde vive. También, una llamativa mancha blanca, bien visible al emprender el vuelo, da la señal de alarma a sus congéneres. Durante la reproducción se muestran mucho más silenciosos. Los machos, entonces, muestran su costado a las hembras, exhibiendo los vivos colores azules de sus cobertoras alares, erizan las plumas de la cabeza y extienden las alas. La hembra, inclinará el cuerpo hacia delante, extendiendo las alas y haciéndolas temblar para mostrar su aceptación.
 
Su alimentación es variada, y suele esconder bellotas y piñones en las oquedades de árboles y rocas. Muchos de estos frutos germinan, contribuyendo así a la repoblación del bosque.
 

Arrendajo.
 

 
 -El Trepador Azul (Sitta Europaea) habitante del bosque de coníferas. Sus vuelos son siempre cortos, y evitan generalmente los claros del bosque. Es un arborícola al cien por cien, lo que, junto con su permanente estar pegado a los árboles, dificulta considerablemente su observación.

Es un ave prácticamente bicolor. La capa azul metálico de su dorso y totalidad de la cabeza le da su nombre. La cabeza está surcada por una marcada ceja negra.

En primavera, durante el celo, son frecuentes las peleas de machos, con muchas pautas de intimidación: encrespamiento de plumas occipitales, extensión del cuello y pico hacia el adversario, apertura y erección de la cola y exhibición de las zonas pardas ventrales. A veces los contendientes se enzarzan en un combate tan reñido que caen por los suelos y se hieren a picotazos.

Tanta agresividad entre congéneres del mismo sexo se torna en delicadeza y fidelidad entre machos y hembras, pues suelen formar parejas estables que se mantienen unidas durante todo el año. Los primeros pasos de lo que serán las nupcias parece darlos la hembra al frecuentar de forma persistente los huecos, agujeros o grietas de los troncos donde criaron otros años, o los nuevos que reúnan condiciones.

El cortejo tiene lugar sobre una rama gruesa y limpia. Allí la hembra adopta las posturas petitorias mientras el macho, gallardo y exhibiendo los flancos, gira en torno a su compañera a la vez que balancea su cabeza.

Sitúan su nido en viejas moradas de pájaros carpinteros. Con cierta frecuencia, elijen una gran grieta en una rama o tronco para instalarse. Entra en juego, entonces, una sorprendente habilidad en este pájaro. Como un nido en semejante situación sería muy vulnerable, el trepador comienza a construir con barro una pared. Une pequeñas bolitas de tierra hasta que sólo deja un pequeño agujero, justo el que permitirá el paso de un ave de su tamaño.

La incubación (unos quince días) corre a cargo exclusivamente de la hembra. Durante este período los machos permanecen callados y se dedican únicamente a proporcionar alimento a su pareja, que prácticamente no abandona sus agujeros.

Cuando nacen los pollos, ambos progenitores les ceban, principalmente con invertebrados, como larvas de xilófagos que hábilmente extraen de las grietas con su pico, y también dípteros que capturan en pleno vuelo o coleópteros en el suelo, donde incluso cogen caracolillos y arañas.

Durante el invierno, se alimentan de gramíneas silvestres, semillas de arce, yemas de árboles de hoja caduca y piñones.
Los adultos apenas se alejan de los lugares de cría, pero los jóvenes, pueden llegar a desplazarse hasta 200 o 300 km de su lugar de nacimiento para conquistar un territorio.
 
Trepador azul.
 
 
 
-Ánade Real
 
Pareja de ánade real en el Embalse de Santillana
 
 
-Cigüeñas
 


Cigüeñas en Manzanares el Real