Historia y Leyendas.

     Existen evidencias de asentamientos humanos en La Pedriza desde la Edad de Bronce, ya que se han encontrado materiales cerámicos y líticos y también pinturas con una antigüedad de entre 1.400 y 1.200 a. de C.

     Las referencias encontradas en la literatura, nos llevan hasta el siglo XIV, el Libro de la Montería, en el que la Pedriza recibe el nombre de Los Altareiros: "Los Altareiros es un buen monte de osso en yuierno, señalada miente en tiempo de madroño".

     El libro es un informe redactado por los monteros del rey Alfonso XI en el que nos cuenta que eran buenos montes para cazar el puerco y el oso. Se mencionan lugares como el Yelmo, el Collado de la Silla (hoy conocido como  de la Dehesilla), el collado del Cabrón (en alusión a las cabras montesas), la Nava de don Tello, ahora la Nava a secas.

     En 1385, Pedro González de Mendoza (mayordomo mayor de Juan I) tras la batalla de Aljubarrota, le cedió el caballo a su soberano, salvándole la vida y perdiéndola él, pero sus sucesores fueron recompensados, en perpetuo señorío, con el Real del Manzanares. Su nieto, Iñigo López de Mendoza, marques de Santillana, fue el autor de estos versos:

                                                   "Por todos estos pinares
                                                    nin en el Val de la Gamella,
                                                    non vi serrana más bella
                                                    que Murga de Mançanares".

     Su biznieto, Diego Hurtado de Mendoza, levantaría a finales del siglo XV el Castillo de Manzanares.

 
 
 
A finales del siglo XIX, La Pedriza fue refugio de pastores y bandidos. Uno de estos famosos bandidos fue Pablo Santos que murió a manos de uno de sus seguidores, Isidro el de Torrelodones de un disparo de trabuco.
 
En 1923, Bernaldo de Quirós nos contaba el reparto de los territorios a manos de estos bandoleros:
"Para Luis Candelas, la ciudad y sus campos; para Pablo Santos, la Sierra, en la cual vivió y murió".
 
Otros bandidos, Paco "el sastre" y Mariano Balseiro, secuestraron el 27 de abril de 1839 en Madrid capital a los dos hijos del marqués de Gaviria, intendente del Palacio Real, teniéndolos presos cerca del canto del Tolmo. Pidieron por ellos un rescate de 3.000 onzas de oro.
 
Otro relato narrado por un pastor lo publicó Ricardo Laforet en 1919 en la revista Peñalara:
"Hace ya tiempo, cuando por aquí andaban Los Peseteros, ocurrió el caso que voy a contarles: Uno de ellos, el jefe, robó en Madrid una señorita perteneciente a una familia aristocrática; señorita que fue su compañera durante bastante tiempo.
Un día hubo de ausentarse yendo a Manzanares con la cuadrilla; al cuidado de la dama y del cobijo donde pernoctaban dejó a dos de sus secuaces. Éstos, se echaron a suertes quién sería el primero en abusar de lo que guardaban. Uno de ellos, al intentar llevar a cabo su cometido, se vió envuelto en una pelea con la dama, que gritaba pidiendo auxilio. Acudió a socorrerla el compañero que antes probara fortuna y en la lucha de los dos bandidos, uno de ellos resultó muerto.
Al regresar el jefe, tuvo noticia de lo sucedido, y ante toda la banda dictó sentencia: el muerto bien muerto estaba. El vivo fue condenado a llevar el cadáver hasta unos riscos desde donde lo arrojaría. Una vez hecho esto, se decidió que también se arrojara al portador del cadáver al vacío, y aproximándose el jefe a él, le dio un fuerte empujón que le llevó al fondo del precipicio, mas al caer el sentenciado, asióle de una pierna, y jefe y subordinado rodaron por los canchos.
Este lugar, se llamó desde entonces el Cancho de los Muertos.
 
Cancho de Los Muertos.
 
Después de esto, la banda se dispersó, dejando abandonada a la dama, que estuvo largo tiempo vagando entre los canchales, hasta que el Mierlo, pastor criado en esta sierra, acertó a encontrarla. El pastor abandonó su rebaño y la condujo a Madrid. Sus padres, al recuperar a la que creían perdida para siempre, ofrecieron al Mierlo la posibilidad de una vida mejor junto a ellos, para lo cual, debía abandonar la Pedriza y su ganado, y el pastor no aceptó. Las cabras, las jaras y los canchos de su tierra valían para él más que todos los bienes y placeres con que pudieran obsequiarle en la ciudad".
 
Años después el Mierlo moriría a manos de otros bandidos, y ese lugar (Collado de Valdehechores) está marcado con una cruz de piedras incrustadas en el suelo, La Cruz del Mierlo.
 
Otras dos leyendas tienen que ver con dos cuevas de La Pedriza, una de ellas, La Cueva del Ave María (situada en las primeras rampas de la Pedriza Anterior, saliendo de Manzanares, cerca de El Caracol) dicen que no tiene fondo, y que gritando en la entrada "¡Ave María!" una voz procedente del interior responde "¡Gracia plena!", y la otra leyenda cuenta que una chica musulmana, de buena familia, se enamora de un chico cristiano de familia humilde. El padre encierra a su hija en la cueva, hoy llamada Cueva de la Mora, para que se olvide de él, yéndose éste a luchar a las cruzadas. La chica muere de pena esperándole y desde entonces vaga por La Pedriza buscándole.


 
 
 
 

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