Escalada

                                                            
 
Sunt rupes virtutis iter
Las rocas son el camino de la virtud


     El Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares cuenta con el 39 por ciento de las zonas de escalada de la Comunidad de Madrid. Dentro de ese parque, la zona con más vías es La Pedriza, con unas 2.300, de diferente dificultad y longitud. También en La Pedriza se incluye el itinerario más largo de la Comunidad con 265 metros en La Bola de San Antonio y la vía de varios largos más repetida de España, el ASA de la Tortuga.

    El granito de La Pedriza goza de pocos resaltes con lo que los agarres son escasos. Obliga por ello a emplear técnicas de adherencia (especialmente con los pies) y progresión un tanto especiales. Esto hace que escaladores expertos que visitan por primera vez este conjunto granítico, se sientan algo incómodos.







     A partir de 1950, numerosos escaladores abren nuevas vías. Lo que antaño era descartado por su dificultad comienza a ser posible. Cabe señalar la ruta de la cara Sureste en el Risco del Pájaro, escalada en 1959 por Miguel Ángel Herrero, Pedro Ramos y César Pérez de Tudela. Su ya mítica "Columna de Hércules" esconde el paso clave de este itinerario, considerado aún en 1965 el más complicado de esta escuela.

     En los años 70 aparece un nuevo material que revolucionará el mundo de la escalada. La goma cocida, y con ella, los "pies de gato". Se abren nuevas vías y aumenta la dificultad de las mismas.




     Las vías clásicas son abiertas y equipadas entre 1.960 y 1.980, y muchas de ellas, han sido recientemente reequipadas por la Federación Madrileña de Montañismo debido al deterioro de los buriles originales.

     El Yelmo es un símbolo de la Pedriza. Con una altitud de 1.717 metros y una altura sobre su base de 150 metros por el sur y 95 por el norte, es una enorme placa de granito rosado.

    Nos lleva hasta su cima La Vía Normal que transcurre por la Gran Grieta, una chimenea en dos tramos de la cara Norte, aunque también se considera como tal la Vía Valentina que asciende por el lado oeste del risco.

     La cara sur del Yelmo es una enorme pared de granito en la que hay varias vías de escalada que conducen a la cima.


El Yelmo, 1.717 mt.


     Las tres primeras vías que se abrieron por esta pared sur fueron un hito en la historia de la escalada madrileña:
                                    -Los Hignios (1944); empieza en el gendarme derecho de esta pared sur por un canalizo. Es la primera vía de dificultad que se abre en el Yelmo. Como curiosidad cabe destacar, que a mitad de la vía hay un árbol.

                                    -La Vikinga (1966); abierta por el grupo Los Vikingos. Transcurre por la zona central de la pared y ha sido la vía artificial más grande de Madrid. Se daba casi toda en artificial a base de buriles. Actualmente está restaurada y se da buena parte de ella en libre y A0.

                                    -La Valkiria (1967); abierta también por el grupo Los Vikingos. Empieza y transcurre en buena parte de su recorrido por el gendarme izquierdo en adherencia. Se abrió y se da totalmente en libre.

     Fernando Domingo, apodado "el culebras" por su afición a capturar estos reptiles, fue uno de los integrantes de los Vikingos y nos describe así el grupo: "se formó en las canteras de Villalba, donde un puñado de atletas, la mayoría provenientes del gimnasio Moscardó, unidos a otros amantes de la montaña y de las aventuras, se reunían los fines de semana para nadar, coger escorpiones, culebras, lagartos, pájaros etc...." otro integrante, Julio García Piqueras "el paraca" fue uno de los artífices de La Vikinga y afirma que el grupo era algo ruidoso y de ahí ese apodo de Los Vikingos.



     Otro de los riscos míticos de la Pedriza es El Pájaro, en un principio conocido como Risco del Pinganillo por estar situado en la Cuerda de los Pinganillos. Ya en 1923 los cabreros lo conocían como Pinganillo. Según el Diccionario de la Academia "Pinganillo" equivale a "Calamoco" y éste a "Canelón" y su definición "carámbano largo y puntiagudo que cuelga de las canales cuando se hiela el agua de lluvia o se derrite la nieve". En realidad, el Pájaro o Pinganillo parece un carámbano invertido. Tiene en verdad, la forma de un pájaro posado, similar a una paloma.

     Con una altitud de 1.549 metros, se eleva desde su base unos 180 metros por su zona sur y unos 20 por el norte. Por sus cuatro caras se han abierto varias vías que le convierten en uno de los retos más atractivos para los practicantes de la escalada deportiva. Las vías del Pájaro siguen manteniendo su estilo de escalada clásica.

     En su cara este, encontramos concentraciones puras de cuarzo cristalizado y formaciones de "tubos de órganos" (formación de rocas de origen volcánico que asemejan los tubos de un órgano).

     En el Chozo Kindelán se anotaban en un cuaderno las jornadas de escalada. Aquí tenemos la descripción de Jose Manuel Kindelán del primer intento de escalada del Pinganillo en 1913 (Diciembre):

     "Desde la Senda de la Majadilla, subimos por la fuerte ladera, hasta encontrar un couloir (corredor) que lleva al pie del Pinganillo en su pared Oeste: intentamos atacarlo por este lado, utilizando una serie de fisuras que semejan en su totalidad la silueta de un gato sentado, y tenemos que volver atrás por resultar demasiado estrecha una chimenea, con la que contábamos para llegar a buena altura. De nuevo nos encontramos en el corredor, y por él seguimos hasta su terminación, donde comienza una chimenea atestada de piedras sueltas, que dominamos fácilmente. Se llega a un sombrío cañón, al terminarse el cual se alcanza a ver la pared Este del picacho; pared que creemos inaccesible. Un breve rodeo por roca viva (de alguna dificultad) nos lleva por la pared Este, y salimos a la cara Sur; fácil subida por roca lisa, inclinada, no escatimando, sin embargo, las precauciones, hasta llegar a la base del conocimiento del picacho, casi vertical, cuya altura visible es de unos seis o siete metros; tiene algunos agarres y no nos es posible subirlo, a pesar de varios intentos, y creemos que es necesario mayor número de alpinistas para poder formar la pirámide humana.
    
     El descenso lo realizamos por el mismo camino de ida, hasta salir del cañón, y en lugar de utilizar la chimenea de subida, bajamos por un couloir que se abre en la pared opuesta, mirando al Canto del Tolmo, y que termina en rocas fáciles".

   

El Pájaro.


     Dos expediciones, en 1914 y enero de 1916 llegan hasta el cuello del Pájaro. En abril de 1916 José Zabala, Joaquín García Bellido, Juan A. Meliá y el alemán Schachtzabel llegan por primera vez a la cumbre.

     Zabala repitió ascensión en el mes de mayo del mismo año y describió su experiencia así en la revista Peñalara con todo lujo de detalles, viendo como "huyen las águilas":

     "Desde el albergue Giner de los Ríos, en menos de una hora de marcha, os encontráis al pié del risco, siguiendo la senda de la Majadilla, que se abandona a los veinte minutos de haber salido del refugio, para remontar la ladera bastante inclinada que baja hasta el arroyo desde los roquedales del Pájaro.
    
     Se bordean éstos, y, siempre subiendo, encontráis la chimenea, perfectamente visible, que se abre entre el risco del Pájaro y el que tras él se alza a mayor altura; y como detalle curioso añadiremos que no es difícil ver cómo huyen las águilas, cuyo nido se advierte. Escalar la chimenea no es tarea muy ardua para quienes llevan el propósito de escalar el difícil risco que nos ocupa; una vez dominada, se salvan dos enormes piedras y se entra en el Salón del Pájaro. Se sale de él en cuesta abajo hasta una ventana que mira al este, habiendo atravesado, por lo tanto, de una a otra cara del risco. Hay que salvar dos grandes piedras que se encuentran al pie y al frente de la ventana, y desde la segunda descender un poco para alcanzar los buenos agarres que tiene al comienzo la llambria que ha de llevarnos a la base del cuello del Pájaro.
    
     Desde la segunda piedra grande, sólo deben caminar de uno en uno, y cuando el primero consiga encaramarse en la cornisa de la base del cuello, ayudará a pasar a los restantes. Otra llambria más lisa, pero menos pendiente, lleva desde la cornisa hasta el cuello del Pájaro, formado por una cornisa muy estrecha. En el punto base de ésta ha de formarse la escalera humana: dos excursionistas de base, otro apoyando cada uno de sus pies en el hombro de los de la base, y el cuarto, que ha de trepar hasta los hombros del tercero y comenzar la escalada muy próximo al punto central, y ayudado por las manos del de abajo, alcanzar con su mano izquierda el primer agarre, en el que después puede apoyar su pie izquierdo y descansar unos segundos. Sólo él dispone de la cuerda, a la que va amarrado; uno de los de abajo debe cuidarse de que en el momento de soltar el primero ese agarre para ir en busca del segundo, la cuerda pase por el primer agarre como si fuera una polea, y así, en caso de caer el que trepa, es mucho más fácil de aguantar la sacudida con el intermedio de la polea que no directamente. Es muy prudente no deshacer la escalera humana hasta que el primero consiga llegar al agarre, pues si se escurre entonces, lo que es muy probable, se le detiene antes de que lleve alguna velocidad en el arrastre; esta acertada medida de previsión llevada a efecto por mis camaradas de conquista del Pájaro, logró detenerme en las escurridas que sufrí en aquella ocasión. Desde el punto último la inclinación de la roca es menos vertical, y ya, aunque sin agarres directos, las alpargatas se pegan bien a la peña y en seis o siete pasos rápidos se llega a la cumbre.

     Para el descenso, el primero sostendrá la cuerda para que bajen todos, y él habrá de poner la cuerda doble amarrando una cuerda de seguro, con anillo en 8, preferible, en derredor de un trozo de roca, levantada como una escama, que es el único agarre que para este menester encontrará en la cumbre; es muy probable que todavía quede allí la cuerda utilizada por mí en la segunda escalada, pero no debe confiarse en ella de ningún modo.

     El tiempo invertido en la ascensión y descenso en mis dos escaladas ha sido de una hora desde la ventana; en la primera íbamos cuatro excursionistas, y en la segunda cinco, algunos poco decididos".
    




     Desde entonces se repitió varias veces la ascensión al Pinganillo, hallando nuevamente Zabala en mayo de 1918, un nuevo camino por la brecha proponiendo el nombre de "Portillera del Tolmo".

     En abril de 1921, para facilitar la ascensión, el grupo Iris Sport instaló en el cuello del Pájaro una cadena de nueve metros y un pequeño buzón alpino. Esta cadena, de gruesos eslabones, colgaba por la llambria que forma parte el cuerpo del pájaro. En el período que coincide con la Guerra Civil Española se quitó, pero al acabar ésta, se volvió a poner y permaneció útil hasta bien entrados los años 70 cuando se quitó definitivamente. Actualmente, se encuentra expuesta en el Centro de Interpretación del Parque Regional, en la entrada del parque.

     Desde el Refugio Giner, pasando el Pájaro en dirección al Collado de la Dehesilla se encuentra El Hueso o Peñalarco, otro atractivo reto para los escaladores dada la dificultad y lo curioso de su forma.


El Hueso o Peñalarco.


     La ascensión al Cancho de la Herrada es descrita en la revista Peñalara, año 1916, por Joaquín García Bellido:

          "Ofrece en la cuerda mismo del Pinganillo el fantástico atractivo de un túnel de hasta cuarenta metros de desarrollo longitudinal, desembocando en una pradera virgen".

     Los Canchos del Callejón de la Abeja, fueron conquistados por primera vez en 1923 por los hermanos Kindelán y su grupo. El Cancho Central, que ellos llamaron Pico de la Nieve es uno de los de mayor dificultad. El cuaderno en el que se anotaban todos los detalles de las escaladas y que se  guardaba en el Chozo Kindelán describe la escalada así:

          "Se empieza por el coladero que hay entre este Cancho y el del Ventanillo. En este coladero hay algunos pasos difíciles, y hay que separarse de su fondo para pasarlos. Al llegar casi arriba se trepa por una especie de chimenea formada por una roca caída y la pared del pico, y en este punto empieza la parte más difícil de la subida. Hasta aquí se puede pasar subiendo por el Ventanillo, y es recomendable esta subida. Después de una serie de escalones de seis a diez metros de altura cada uno, y que tienden a la derecha, se llega a una grieta lisa y muy poco pronunciada, de unos doce metros, siendo, además, muy vertical (muy difícil), que lleva a otra más profunda y más fácil.

          Al final de esta última, una gran roca vertical y pelada aísla el pico, y hay que rodear dicha roca por medio de una travesía colgada (difícil y peligrosa). Después se llega fácilmente al pico".

     El Risco de las Damas, llamado así por la silueta que dibujan estas rocas a contraluz. Zabala y Arche ascendieron sus dos cumbres, por primera vez, en Mayo de 1916. Zabala escribió:

          "el trepar por la cara norte del Risco tiene poco de difícil; lo que sí es algo más penoso es el descenso de siete u ocho metros, a pico, colgado absolutamente de la cuerda, para luego subir a la cumbre del menor y más complicado de los dos pitones en que el Risco termina.

          Por el norte, donde forzosamente ha de subirse al risco mayor, la altura desde la base a la cumbre será de unos treinta metros; por el sur, esa altura casi se cuadruplica".

     En Mayo de 1918, Saturnino García Vicente y Francisco Marzal llegan al Risco de los Hoyos, el más elevado del Circo de la Pedriza, dándole entonces el nombre de "Circo del nevazo" creyéndolo sin bautizar. Pocos días después, Zabala con Arche, Fernández Aguilar y Gemeno, ocupan el más alto de los tres Canchos de Matasanos, que enlazan las dos cuerdas laterales del Circo de la Pedriza.




 
 
 
 
 
                           


    

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